viernes, 29 de octubre de 2010

El factor agua y la Tercera Guerra Mundial


En la presente década, la intensa campaña mediática sobre asuntos ecológicos ha impactado en la creencia popular acerca de una venidera Tercera Guerra Mundial. El basamento para afirmar dicha creencia es la imposibilidad de existencia sin el elemento vital agua; a diferencia del petróleo, el agua es imprescindible para cualquier ser viviente.

Tomando en cuenta que sólo el 3% del agua es dulce, y que ese 3% tiene su mayoría concentrada en los casquetes polares y glaciares; afirmando que sólo un quinto de la población mundial tiene acceso al agua potable dejando a miles de millones de personas en condiciones insalubres; la verdad es que la real politik señala que la mayoría de la población que no tiene acceso regular al agua dulce no es la que habita en los países industrializados, estos son, los que podrían iniciar y mantener una Guerra Mundial.

Europa, núcleo de las Guerras Mundiales, tiene 100 millones de personas sin acceso al agua potable. Sin embargo, esta cifra incluye el 16% de la parte oriental y el 50% de las zonas rurales. En África, solamente la región subsahariana, cuenta con 314 millones de personas que sufren la carencia del agua potable. En China, más de 200 millones de personas en las zonas rurales no cuentan con agua potable. En otras palabras, quienes sufren la carencia del agua potable no cuentan ni con los recursos, ni con las energías y en definitiva no cuentan con el poder para empezar una guerra mundial; la cual además, afectaría primeramente a las poblaciones más vulnerables, por ende, impulsar una guerra es condenarse a sí mismo, es un suicidio.

Aunado a lo dicho, las relaciones internacionales ya no plantean las alianzas entre potencias para defenderse en bloque contra otros países; la Guerra Mundial es una noción que comenzó a hacerse anacrónica desde que el Enola Gay abrió la boca devastando a Hiroshima. Si bien había servido para confirmar las teorías marxistas de Rosa Luxemburgo y Vladimir Lenin, la verdad es que la política imperialista colonialista ya está en desuso, incluso por parte de los EE.UU. Ya no se trata de conquistar y colonizar territorios como otrora, sino de impulsar naciones supuestamente autónomas, con gobiernos propios, pero en realida reformadas en su sistema interno para servir al sistema internacional capitalista.

Otro factor por el cual una Tercera Guerra Mundial es inviable es la consolidación de la Unión Europea. Ciertamente Europa no se prestará para escenario principal- ni secundario- de otra Guerra Mundial; su población, a diferencia de la norteamericana, vivió en carne propia los desastres de la guerra, la hambruna, dolor, humillación y terror, más aún cuando Hitler probó los límites de la crueldad y resistencia humanas. Es admirable la credibilidad, legitimidad y confiabilidad de los ciudadanos europeos hacia la UE, desarrollando un plausible nivel de conciencia ciudadana y respeto por los Derechos Humanos. Actualmente, la Unión Europea cuenta con su propio parlamento, comisión, tribunales, policía, banco y defensoría.



Un tercer factor es la presión de los medios, ya comprobado con la Guerra de Vietnam, cuando la foto de la niña Kim Phuc, huyendo de los ataques con napalm de los norteamericanos, confirmó que son los civiles las principales victimas de las guerras. Actualmente contamos con una amplia gama de medios de comunicación. Desde la clásica radio hasta los celulares y el Internet, el ser humano es hoy más que nunca un zoom politikon. Las atrocidades ocurridas en la Primera y sobretodo la Segunda Guerra Mundial, difícilmente podrían pasar desapercibidas por la óptica mundial gracias a los medios. En una Tercera Guerra Mundial sería imposible no capturar imágenes y videos de un campo de concentración como el de Auschwitz, de violaciones a mujeres como la Violación de Nanking o las víctimas de los soldados rusos en Berlín, de incluso los efectos inmediatos a la detonación de una bomba atómica sobre civiles.

El Equilibrio del Terror como un cuarto factor. Actualmente son 9 los países que poseen una bomba atómica, a saber: EEUU, Rusia, China, Francia, Gran Bretaña, Israel, Pakistán e India. Los cinco primeros países, paradójicamente, son los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU; junto con India, China aglutina un tercio de la población mundial. El término nacido en la Guerra Fría, en razón de la carrera armamentista de las superpotencias EEUU y URSS apoyadas por la OTAN y Pacto de Varsovia respectivamente, hacía alusión a la capacidad bélica que tenían ambos adversarios para aniquilarse mutuamente, lo cual, irónicamente, constituía y constituye aún, con más fuerza inclusive, una garantía de paz. Sobre este asunto, debe acotarse, sin embargo, el caso del ojo del espía en la tierra de Alá, Israel; país hebreo entre musulmanes que ha ocasionado desde su nacimiento guerras y rencillas entre árabes y judíos, y que actualmente ostenta la fuerza hegemónica bélica en la región gracias a la posesión de una bomba atómica, cuestión que pretende equilibrar Irán haciendo lo propio declarando que es su derecho.

Como último factor a resaltar, las instancias supranacionales. A pesar que los Estados Unidos puso en tela de juicio la razón de ser de la ONU con su incursión contracorriente en Irak, en realidad la mayoría de los países miembros de la organización creen en ella y respetan sus resoluciones y decisiones. Tal comportamiento se ha reflejado a nivel regional; ya comentamos el exitoso experimento de la Unión Europea, pero de igual forma se han dado logros en otros continentes. En América Latina, a pesar de algunos traspiés, el MERCOSUR ha ganado fuerza y espacio; la CAN, la ALBA, CARICOM, UNASUR, ALADI, ALALC, SELA, Pacto Andino, son manifestaciones de voluntad de Estados que quieren trabajar unidos por una mejor calidad de vida. Así mismo puede mencionarse la OPEP, por parte de África la OUA, de Asia la APEC y la ASEAN, así sucesivamente otras organizaciones que tienen como propósito establecer una política común en base al consenso y no al conflicto.

A pesar de los factores señalados, no es descabellado pensar en una guerra. Si bien ya hemos afirmado que el acceso al agua no desencadenará una guerra mundial, debemos señalar que actualmente sí están ocurriendo guerras a nivel regional por dicho motivo. En el Medio Oriente, por ejemplo, los israelíes aprovecharon las victorias obtenidas en la Guerra de los Seis Días para hacerse con la parte alta del Río Jordan, explotando más allá de sus fronteras las reservas hídricas de sus vecinos. Así, el país hebreo posee diez veces más agua que los palestinos, quienes sufren enfermedades y malas cosechas debido al robo permanente de su agua por parte de Israel. Pero los judíos también tienen sus manos puestas en el Río Litani, lo cual ha acarreado un conflicto entre éstos y los libaneses. El Líbano, potencia hidráulica, podría ser víctima de una guerra no sólo con Israel sino con Siria, alegando los hijos de David sus intenciones de mermar al Hezbollah pero con el objetivo principal de tomar el Río Litani y así seguir consolidando su proyecto “Gran Israel”. Más arriba en el mapa están los turcos, quienes se han hecho dueños de los Ríos Tigris y Eufrates. Con la construcción presas y represas, los otomanos se aseguran el uso del agua limpia de los ríos dejándole los desechos o poco caudal a Siria y especialmente a Irak. Además, Ankara practica la guerra preventiva contra una posible secesión de Kurdistán que amenace la calidad de vida turca. También es resaltante el caso del Río Nilo Azul. Egipto, un país sediento, está convencido que el agua es una razón para ir a la guerra; así lo hizo saber su presidente de entonces Anuar el Sadat en 1979. Ello explica porqué Etiopía consume sólo el 2% del agua disponible del Río Nilo Azul y porqué solamente el 1,7% de sus tierras está siendo regada. Una segunda víctima de la hegemonía egipcia sobre el Nilo es Sudán, el cual se ha aliado con Etiopía para tratar de dar una distribución equitativa del agua. Sea como fuere, mientras Egipto cuenta con el agua para regar el 100% de sus tierras cultivables, Etiopía no cuenta con recursos ni apoyo internacional para impulsar proyectos hidrológicos que resuelvan su situación apremiante, que se volverá crítica cuando su población ascienda de los actuales 60 millones a los 180 millones que se tiene previsto para el 2050. Finalmente debe comentarse un caso específico latinoamericano, el Acuífero Guaraní. Es una inmensa extensión de agua dulce que abarca a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, de la que se dice puede abastecer a todos los habitantes del planeta por 200 años. El documental argentino “Sed, invasión gota a gota” advierte sobre aquellos que vinieron primero por el petróleo y ahora vienen por el agua, bien sea a través de la instalación de bases militares o con la intervención del Banco Mundial, privatizando el agua y obteniendo sus usufructos.

En resumen, las circunstancias no están dadas para una Guerra Mundial por el agua, lo cual no descarta que se desarrollen guerras regionales con base al elemento vital. A pesar que se han descrito una serie de conflictos actuales por la conquista del agua, no debe dejarse acotar que son más los países luchando unidos por darle un uso bueno y equitativo, a través de sus gobiernos y de las instancias supranacionales. Vale la pena ayudar para que la humanidad tome más conciencia sobre este problema mundial y que en los años venideros la solución no sea las pírricas guerras sino la cooperación, la solidaridad y la paz.

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